miércoles, 8 de febrero de 2012

Star Wars: Con ventolín no hubiera sido igual.

Esto es lo que pasa cuando una es fan de Star Wars, que tiene una hija que respira como Darth Vader. La peque, desde que tenía dos meses, anda arrastrando unos ruidos en el pecho que han ido cambiando de nombre según ha ido creciendo. Bronquiolitis, broncoespasmo, bronquitis, crisis asmática, asma... Da igual como lo llames, en casa, cuando le da el ataque, la llamamos Vader. Y no es sólo por el sonido de su respiración, es que para poder curarse,  hay que ver los distintos tipos de máscaras que hemos ido necesitando para sus tratamientos: Está la cámara pediátrica, la cámara normal, el nebulizador... yo tengo claro en qué se inspiró George Lucas para conformar el personaje líder del Lado Oscuro. 

La gordi ha ido a mejor, menos mal, porque le ha tocado pasar por varios ingresos hospitalarios, uno de ellos muy pachucha en la UVI, aislada y llenita de cables, con la cabeza rapada y oxígeno a tutiplén, ahora, que lo que hace el carácter, no perdía la sonrisa ni el apetito,  las enfermeras la llamaban la sibilante feliz y es que la tercera nos ha salido con un buen ánimo y una sabiduría que aunque respire como Vader, tiene puntos que recuerdan más a Yoda. 

En un hospital infantil, o se te cae el ánimo a los pies, o aprendes una lección de vida que ya quisieran muchos adultos tener en su mochila. Allí los niños siguen siendo niños, tienen las mismas ganas de juego, de sorpresa y de risa que cuando están sanos, y soportan horas de tratamientos, de inmovilidad y de dolor con paciencia y con mucha más naturalidad de lo que lo hacemos los mayores cuando nos toca pasar por esos trances. Afortunadamente lo de mi hija es una enfermedad muy leve, y cuando por algún casual se me ocurre lamentarme porque respira mal, o veo que se ahoga porque ha corrido un poco, no tengo nada más que acordarme de todos los niños y familias que en algún momento compartieron alguna de nuestras estancias en el hospital, para dar gracias a la vida y relativizar las cosas y ponerlas en su justo lugar.

Ahora tiene un tratamiento de base durante todo el invierno, no podemos bajar la guardia y ya hemos aprendido a hacerle la fisioterapia respiratoria, que es lo que más le ayuda a limpiarse y encima se parte de risa cuando la empezamos a estrujar y a darle golpecitos en la espalda, se queda quieta porque sabe que le viene muy bien pero cuando ya lleva un buen rato y se cansa dice: Mami, ze ha acabado lo del tambor.

Términos que nos sonaban a chino, ahora los manejamos como expertos: sibiliancia, budesonida, salbutamol... y aunque la cosa ha ido mejorando con el tiempo, sabemos que probablemente nos acompañen todavía un buen trecho del camino, pero está controlado y cada vez es más llevadero. Estos días de frío ha tenido una racha de tos perruna y respiración cavernosa, y el otro día la cachonda de su hermana mayor le enseñó a decir: LUKE, YO SOY TU PADRE.